¡Buenos días, profe! 👋 ¿Qué tal?

En un visto y no visto nos hemos metido de lleno en enero. Seguro que algunos y algunas os habréis establecido propósitos para este nuevo año. ¿Cómo los estáis llevando?

Siendo docentes, quizá uno de esos objetivos es mejorar nuestra práctica educativa, tener más paciencia o tomarnos las cosas con más calma. Si quieres saber más sobre cómo formar hábitos y sistemas para lograr estos objetivos te recomiendo encarecidamente que vuelvas a ojear la Edición #83.

Hoy nos vamos a centrar en uno de los factores clave que nos pueden ayudar a aprender mejor y perfeccionar nuestro desempeño en el aula. Hablamos de la autorreflexión o metacognición.

¡Vamos al lío!

Autorreflexión, la clave del aprendizaje

Comencemos por concepto de autorreflexión. En el boletín me voy a referir a esta idea como la reflexión que hacemos sobre una acción, proceso, aprendizaje o información. Es decir, el establecimiento de un diálogo con nosotros mismos (aunque no siempre) que cuestiona, analiza y obtiene conclusiones sobre un aspecto o hecho determinado.

Este "pensar interno" nos ayuda a modificar nuestros esquemas mentales previos y, a partir de ellos, crear unos nuevos. Estos nuevos esquemas mentales y la información duradera se genera mediante el establecimiento de conexiones entre ideas.

Por esta razón, en el aula, es tan interesante e importante establecer puentes entre áreas (muchas veces con el ABP) y evocar los aprendizajes previos para, a partir de ellos, presentar y trabajar los nuevos conceptos. De esta forma es mucho más fácil para el alumnado crear y modificar estas relaciones entre ideas y aprendizajes.

Ahora bien, ¿la metacognición es tan solo un diálogo interno con nosotros mismos? No. Es más, yo diría que al principio es mucho más útil hacerla con otra persona que, consciente o inconscientemente, nos puede ayudar mediante preguntas como: ¿Por qué hiciste esto? ¿Cómo lo hiciste? ¿Es importante este aspecto? ¿Qué puedes hacer después? ¿Podría ser mejor hacer esto?

Nosotros y nosotras, como docentes, les podemos ofrecer guías o ejemplos de preguntas que pueden realizar a su compañero/a sobre una actividad, tarea o aprendizaje concreto.

Y en nuestro caso, como docentes, por supuesto que también podríamos/deberíamos establecernos unas preguntas que nos ayuden a analizar si una actividad o dinámica ha sido adecuada, en qué ha fallado, por qué y cómo lo podemos evitar la próxima vez. Esto, sin duda, nos ayudará en próximas planificaciones y nos ayudará a mejorar nuestra práctica, como muchos/as comentáis en este tweet o como el propio @joseluisserrano ha podido vivenciar con esta práctica.

¿Práctica? Sí, pero deliberada por favor

Si preguntásemos a diversas personas: ¿Cuál creéis que es el aspecto clave para mejorar en algo? Muy posiblemente, muchas de ellas, nos responderán que la práctica o la experiencia. También, como menciona @alehoppp, el tiempo. Y sí, amigos y amigas, esto tiene su parte de cierto, pero podemos ir un paso más allá.

La práctica es importante. Sí. La experiencia nos da una visión más amplia y nos permite adelantarnos a situaciones que sin ella serían muy complejas. También. Pero podemos hacer mucho más eficiente estos aprendizajes y mejoras.

Toda la vida hemos escuchado que "la experiencia es un grado" o que "la experiencia es la madre de todas las ciencias". Personalmente yo modificaría un poco estas frases añadiéndoles la palabra "reflexión": "La reflexión sobre la experiencia es un grado".

Para verlo claramente mejor pongamos un ejemplo. Imaginad que estamos aprendiendo a tocar el ukelele. Estamos ensayando la canción "Don't Worry Be Happy". Tocamos y suena bien toda la canción, excepto un par de fragmentos en los que no conseguimos cambiar los dedos con la rapidez adecuada.

Nos podemos tirar días y días practicando la canción. Una y otra vez. Día y noche. Al final nos saldrá por insistencia.

Por otro lado, podemos parar un momento. Mirar y pensar por qué esos dos cambios no nos salen. Preguntar a nuestro maestro/a o buscar un tutorial en Youtube que nos explique cómo mejorar específicamente ese cambio de dedos. Y, en vez de practicar una y otra vez la canción, enfocarnos en esos dos movimientos. Ser más eficientes.

Posiblemente, esta reflexión y esos minutos invertidos en "crear un plan" nos ahorren muchas horas de rasgar la misma canción una y otra vez.